Sentado sobre una piedra al lado del camino había un viejo encorbado. Sus manos estaban arrugadas y retorcidas, sus ojos habían perdido ya su color original y se habían vuelto grises, su pelo canoso caía lacio y enmarañado. Sostenía una vieja pipa que fumaba a intervalos regulares, mientras observaba el dibujo siempre cambiante de las nubes en el cielo. Y esperaba.
Pronto el camino solitario acogió el eco de unos pasos, cansados pero decididos, que se acercaban pausadamente.
Un joven de cabello rojo y mirada profunda llegó ante la piedra e hizo una reverencia. Cargaba una antigua guitarra, que puso a los pies del viejo.
- Maestro, he hecho un largo camino – dijo – Desde pequeño he oído que es usted el mayor artista de todos los tiempos. Me han dicho que usted domina tanto la música como la pintura y la poesía, y que las artes todas, desde las más banales a las más sublimes, no tienen ya secretos para usted. He venido a solicitar humildemente el inmenso privilegio de ser instruido por su eminencia.
Vera usted, deseo componer música, pero no cualquier música. Deseo que de mis cuerdas brote la melodía mas adorable, que mis versos sean los mas dulces y emotivos, capaces de conmover y enamorar a cualquier joven… Quiero que mi música sea inolvidable…se que usted puede guiarme.
El viejo entrecerró sus ojos de búho anciano y no respondió hasta no haber dado tres pitadas a su pipa.
- Cierto es que las artes no tienen secretos para mí y que podría enseñarte a dominar la composición musical de manera que no tendrías igual en el mundo entero. Las jóvenes caerían a tus pies, y ganarías el respeto de tus contemporáneos y la admiración de las generaciones futuras… Serias adulado, amado, recordado y estudiado. Serias grande entre los grandes.
Pero no lo haré.
- Pero maestro…
- No lo haré porque las artes no están aquí para ser dominadas, despojadas de sus secretos y sustraídas de su magia. No deben ser reducidas al estado de simples ciencias exactas que pueden ser analizadas fríamente, estudiadas a través de formulas y métodos.
Las artes deben ser amadas, adoradas, deben ser descubiertas poco a poco a través de la práctica y la pasión.
Puedo darte secretos pequeños, pero no puedo transmitirte el amor de crear, que es lo que da al arte su calidad, su toque único y esencial.
Si tú tienes este amor, no necesitas de mí. Si no lo tienes, no hay nada que yo pueda hacer para ayudarte.
Ahora ve, disfruta de tu música, siéntela, vívela, pruébala, haz genialidades, mediocridades y simples nulidades… aprende. Y cuando sientas la llama brillar dentro de ti, estarás listo. Serás creador… y ya no podrás dejarlo nunca.
1 comentario:
Hermoso cuento
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