La casa era amplia y tenía dos pisos. La abuela no ocupaba más que el piso de abajo.- Es todo lo que necesito – decía.
En el piso de abajo se amontonaban, entonces, todas las posesiones de la abuela, siendo las principales, claro está, la tele y la radio de la cocina.
Las fotos del abuelo, de la hija y los nietos estaban por todas partes, sobre todo en el comedor, donde podía uno adivinar que la abuela estaba rara vez.
Al final de este comedor, medio oculta detrás de un alto geranio y del aparador de las copas, estaba la escalera que iba al piso superior.
Una vieja escalera de madera, que crujía a veces.
Y en el piso de arriba, estaban los inquilinos.
- Son muy buena gente – decía la abuela. - No molestan nunca.
Nadie veía nunca a los inquilinos. Nunca se les veía bajar la escalera, nunca se los cruzaba por el pasillo y no se les podía saludar…
Pero la abuela sabía que estaban ahí, a veces escuchaba sus voces apagadas, pero cercanas, sobre todo cuando la tele o la radio estaban encendidas. También escuchaba el leve ruido de sus pasos, las fugitivas corridas de los niños sobre el parquet, el sonido apagado de una televisión lejana…
- Abuela, esta casa es demasiado grande para vos – le decían muchas veces sus nietos. – Deberías venderla y comprarte una casita más chica, más cerca del centro.
- ¡Esta casa siempre estuvo en la familia! – contestaba la abuela, herida en su orgullo
- Bueno abuela – le respondían con voz razonable – Entonces deberías sub – alquilarla
- Sí, es una buena idea – decía la nieta mayor – Alquilá el piso de arriba, nunca lo usás.
- ¡¿¿El piso de arriba??! – se ofendía la anciana – ¡¡Pero allí viven mis inquilinos!!
- ¿Tus inquilinos?
- Pero abuela, arriba no hay nadie
- Claro que sí, están mis inquilinos. Son muy buena gente
Y entonces llegaba la avalancha de preguntas
- ¿Estás segura abuela?
- ¿Como no los vimos nunca?
- ¿Dónde están ahora?
- ¿Y el alquiler abuela? ¿Te pagan alquiler?
Pero la abuela nunca respondía a las preguntas, sino que solía rápidamente cambiar de tema.
Varias veces los nietos quisieron zanjar la cuestión, y con la testarudez y la suficiencia propia de la juventud que siempre cree saber más que sus ancestros, decidían probarle a la abuela su error.
- Vas a ver como arriba no hay nadie abuela.
Y comenzaban a subir la vieja escalera con pasos rápidos, rumbo a la puerta verde del piso superior.
Nunca llegaban al piso de arriba.
Era en realidad una historia bastante curiosa. Cada vez que uno de ellos llegaba mas o menos a la mitad de la escalera, algo ocurría que le hacia volver sobre sus pasos. Por ejemplo, el teléfono sonaba y era una llamada tan importante que olvidaban al instante lo que estaban haciendo, por qué y sobre todo a quien iban a ver. O una noticia increíble aparecía en la televisión, o alguien tocaba a la puerta, o comenzaba a sonar la alarma del coche… lo cierto es que los nietos terminaban por desistir.
Volvían entonces a la rutina de sus ajetreadas vidas y se olvidaban del asunto. Cuando iban a visitar a la abuela, a veces tenían la molesta sensación de tener algo en la punta de la lengua, algo que debían hacer o decir pero que no alcanzaban a recordar… pero la sensación desaparecía rápidamente.
La abuela siguió entonces con su tranquila existencia, organizada alrededor de las difusiones de la telenovela, las compras y las visitas al médico.
Un día, lo inevitable sucedió, y la abuela dejó este mundo.
Luego de un tiempo, una vez digerido el dolor y apaciguada la nostalgia, los nietos empezaron a preguntarse qué hacer con la casa. La visitaron y se sorprendieron al instante del buen aspecto que ofrecía, a pesar de haber pasado unos cuantos meses sola, a excepción de las esporádicas visitas para recuperar algunas cosas de la abuela y limpiarla un poco.
Los nietos recordaron entonces que la casa siempre había sido así de hermosa, aunque la única que se ocupada de ella era una anciana tranquila que nada podía haber sabido de pintura, albañilería o decoración…
Tampoco recordaban que alguna reparación de este tipo haya alguna vez sido hecha en la casa. Y aun así, el papel de las paredes conservaba los colores frescos y vivos de siempre, ninguna grieta podía descubrirse, y mucho menos manchas de humedad… ni baldosas flojas o descascaradas, o muebles avejentados, o focos de luz que no funcionaran… nada de esas cosas que presentan la mayoría de las casas viejas.
- Que cuidadosa era la abuela – pensaban
- Es una casa muy hermosa
- Es cierto que siempre ha estado en la familia.
- Tal vez no debamos venderla
Un murmullo de aprobación parecía entonces venir de alguna parte…
Tal vez de arriba.
La decisión fue aprobada a la unanimidad. La casa no se vendería. Todo el mundo parecía haberse olvidado por completo de los inquilinos.
La nieta del medio, que casualmente acababa de casarse y esperaba un hijo, decidió venir a instalarse en la casa. – Es realmente muy linda. – decía - ¡Y tan grande!
Así que se instaló allí con su recién estrenada familia.
Ocuparon, claro esta, solo el piso de abajo
- No necesitamos más – decían
Los primeros meses se deslizaron rápidamente, entre la preparación de la mudanza, el florecimiento del nuevo hogar… y por supuesto, el nacimiento de la niña.
La casa parecía resplandecer. De los inquilinos nadie hablaba… pero muchas veces, cuando la tele estaba encendida o la radio sonaba, se podían adivinar el ruido apagado y tranquilizador de unas voces, el eco de unos pasos lejanos, el tenue crujido de una puerta… y muchas otras veces, otras risas suaves parecían acompañar los gorjeos de la niña.
No se recibía ningún alquiler, pero, curiosamente, las flores de los floreros duraban semanas sin marchitarse, aun cuando el agua se secaba. El jardín daba las plantas más hermosas, las que más duraban y las que antes brotaban. Jamás aparecían grietas en los muros o suelos, las baldosas no se aflojaban. Los aparatos eléctricos no se rompían, e incluso a veces, cuando se cortaba la electricidad en toda la cuadra, la casa era la única que tenía luz. Tampoco recordaba nadie cuando fue la última vez que se cambió una lamparita.
- ¡¡Que casa tan hermosa tienen!! – comentaban siempre las visitas – ¡¡Y tan amplia!!
- ¿Como hacen para tener el jardín tan bonito?
Y la nueva familia sonreía orgullosa.
A veces, sin embargo, luego de los halagos sobre la casa, el jardín y la decoración, alguien subía los ojos hacia el techo y preguntaba:
-¿Y arriba? Creo que nunca vimos el segundo piso. ¿Que hay ahí?
En este punto, los ojos del anfitrión parecían nublarse apenas, para luego contestar distraídamente:
- ¿Arriba? Ahí viven los inquilinos. Y enseguida cambiaba de tema.
4 comentarios:
Me encantó tu historia y cómo la cuentas.
Me quede atrapada en la historia... es hermosa y se presta a muchas interpretaciones... gracias por tu visita!!!! nos estamos leeyendo =)
Que linda historia, mientras lei me llegue a imaginar esa casa, tan linda y llena de luz.
Pasaba a agradecer tu visita y mensaje en mi blog, estas invitada cordialmente a volver cuand quieras, yo seguro volveré.
Saludos y suerte!!
Muchas gracias por sus visitas!!
Yo tambien volveré por sus blogs!
Hasta pronto...
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